viernes, 7 de noviembre de 2014

DETROIT



Detroit se había esfumado, al fin, en mi cabeza.
Mi decisión fue que no más Motown, Pistons u otras ruinas,
las dejo todas para los hombres de azúcar,
rebosantes en su diabetes.
Nuñowski llegó con su erotismo maldito,
Conduciendo un Mustang de líneas finas sin capota,
sintaxis precisa
y dos mujeres sin cinturón de seguridad,
una adelante y otra atrás,
de color miel encendido.
En sus ojos de fumador de regaliz
aprecié el entusiasmo de los malditos por la literatura.
Vengo desde las ruinas a besarte
traigo el entusiasmo de la lengua inabarcable, me dijo.
Y entendí a Nuñowski como un mensajero,
el cartero de la muerte.
Tu material es como un neón que se funde,
funciona, sólo a parpadeos morados
y verdes, poco intensos.
Nuñowski, y su ego cabrón, en un Mustang de líneas finas,
embraga, acelera y se larga sin capota.
Tras de sí revolotean cuartillas de relatos,
Detroit: he vuelto a casa.