Ahora que las pezuñas de centauro
de mi período refractario
quieren abrir la puerta del corral,
ahora,
cabe preguntarse qué diferencia existe
entre cabalgar ochenta kilómetros
todos los días
y quedarse en casa
alimentando ruina y mala vida
para las arterias.
Ahora
que el Duke y su esposa
han decidido plantar
a la mirada del tuerto
cerrando la exclusa
de su cabaña en el desierto,
ahora,
-en fin-
que los lomos del centauro están
descansados de las alforjas
de los exploradores
y su inquina,
ahora,
-y ya-
sólo queda aguardar a ser
un amante más
en la vía láctea.
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