Es la ventaja de repartir octavillas,
el discurso es anterior
-hasta ahí todo normal-
pero después no hay que afanarse con más explicaciones sobre la R o la D.
Si lo dejas reposar, si no te apresuras a limpiarlo,
la espesura de la compota blanca se licua
-somos un noventa por ciento de agua-
y el disfraz de cola de contacto
chorrea por el vientre y las piernas,
se pierde entre las sábanas
y el vello de enredadera, si conservas el buen gusto
de no haberte rasurado.
Es, decía, la ventaja de repartir octavillas
timbre a timbre, puerta a puerta.
22//04/14 (Leyendo Limonov, de Carrère).
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